'Pokémonear': verb. 1) acción y efecto de hacer algo relacionado con o relativo a Pokémon; 2) acción y efecto de cumplir una adicción a "Pokémon" como si de un psicotrópico se tratase; 3) perder el tiempo en actividades relacionadas a Pokémon. Artículos de interés para el entrenador Pokémon novato y veterano. Chistes, reseñas, historia pokémon, datos curiosos, lo que se me ocurra. Si tienes Facebook, busca la página de Pokémoneando. Si tienes Google +... qué chido. Nosotros no.
Uno va tranquilito con su consola portátil,
metido en sus propios asuntos, sin molestar a nadie… y un conocido salvaje
aparece. Lo mejor es esforzarse por seguirle el hilo de la conversación que
quiere iniciar y disimuladamente salvar la partida para guardar la consola,
todo con el fin de evitar ese momento incómodo en el que su atención se
concentra en tu pequeño artefacto de entretenimiento.
Si esta maniobra falla, podemos tener una
brevísima (e insufrible) plática donde nos someterán a un interrogatorio por
todos lados molesto. La intolerancia y la diferencia de gustos se hacen
patentes para los freaks, y en especial para los que amamos los monstruos de
bolsillo.
Aquí un enlistado de las diez preguntas más
molestas que recibimos los jugadores, además de una recomendación de respuesta,
para que esos gazmoños aprendan a no meterse con tu vida y tus gustos.
Pregunta odiosa número 10: ¿A poco te gusta
pokémon?
Generalmente preguntada
con una sonrisa a punto de ser burlona y una mirada con la que dudan de tu
madurez mental.
Respuesta sugerida: No, lo juego porque la CIA me lo pidió para una
misión que no puedo contarte.
Pregunta odiosa número 9: ¿Y de qué trata?
No entiendo qué espera
la gente que les contestes. Medio mundo sabe qué es pokémon, vieron algo de la
caricatura o se lo imaginan, y si no lo conocen… deberían.
Respuesta sugerida: Te explicaría, pero sería
demasiado para tu limitado cerebro, pequeño humano.
Pregunta odiosa número 8: ¿Y usas a Pikachu?
Ok… 151 en la primera
generación… 251 para la segunda… 386 en tercera, 493 en cuarta, 649 en quinta y
contando… ¿me explico? ¡Hay más pokémon que Pikachu! Además, no preguntan por
“un Pikachu”, sino por “Pikachu”, como si sólo existiera uno.
Respuesta sugerida: Sí. A veces.
Pregunta odiosa número 7: ¿Nada más peleas?
Y en el fútbol nada
más patean, y en las zapaterías nada más hay zapatos, y en facebook nada más
pierdes el tiempo, y en un concierto nada más oyes música…¿queda claro mi
punto?
Respuesta sugerida: No. Resuelves sudokus,
aprendes historia y mejoras tus aptitudes mnemotécnicas… muy complejo para ti.
Pregunta odiosa número 6: ¿En eso gastas tu
dinero?
¿Qué sería de la vida
sin las trivialidades? Tú has de ahorrar mucho.
Respuesta sugerida: ¿Qué? ¡Claro que no! Venía
con el Mercedes que compré, pero ese no me gusta sacarlo. La calle está llena
de gente… como tú.
Pregunta odiosa número 5: ¿Por qué no maduras?
¿Y creen que juzgar
los gustos de los demás es muy de adulto?
Respuesta sugerida: Porque, a diferencia de las
frutas, el ser humano mientras más maduro, más amargo (qué frasesota, ¿eh?, ¡es
mía, putos!)
Respuesta sugerida #2: Cierto. Hay tribus
africanas que inician a sus miembros en la madurez haciendo que éste mate a un
cerdo a mano limpia. ¿Me ayudas?
Pregunta odiosa número 4: ¿No tienes otros
juegos?
Libros, películas,
discos y videojuegos se compran por deleite personal. Nunca debemos comprarlos
pensando en que otro dirá “eres genial por tener tal o cuál título”. Son para
uno mismo, y si no les gusta lo que tienes, ¡qué se jodan!
Respuesta sugerida: ¿No tienes preguntas más
inteligentes?
Respuesta sugerida #2: Sí. Más versiones de pokémon.
Pregunta odiosa número 3: ¿No te aburres?
Bueno… ¿de verdad
acabas de preguntar eso?
Respuesta sugerida: Mucho. Pero debo cumplir
esta condena por cinco años o la
CIA vendrá por mí.
Pregunta odiosa número 2: ¿En esto pierdes tu
tiempo?
Es perder el tiempo.
Es ocio. Es no ser productivo. ¿Qué más da lo que haga si de todas formas lo
voy a perder? Mejor me divierto. Cielos, ¿por qué la gente es tan idiota?
Respuesta sugerida: Bueno, sí. Pero podría ser
peor. Podría ser uno de esos imbéciles que se la pasan, ya sabes, haciendo
preguntas.
Pregunta odiosa número 1: Pero, ¿todas las
versiones son iguales, no?
¿Qué tranza, la bandera?
Acá les dejo dos links muy coquetos para juegos en la red en formato flash. Cargan rápido y son buenos para pasar un breve rato.
El primero es el típico "Nombra ese pokémon" (Name that Pokémon: Red)
Aparece la silueta de un pokémon y tú debes escribir su nombre CORRECTAMENTE (así es, ortografía, nivel: entrenador pokémon). Las siluetas se limitan a los pokémon de la primera generación:
El segundo es "Charmander molesto" (Angry Charmander Flash).
Usa las flechas del teclado para esquivar a los psyduck, pidgeotto y bellsprout que salgan al camino (y evitar lo que te lanzan).
Usa la barra de espacio (esa tecla enorme en la parte de abajo del teclado) para lanzar llamaradas y golpear los obstáculos.
Tienes la vida limitada. ¿Qué tan lejos podrás llegar?
Fue el primero de nosotros. Muchos de los errores que cometemos él los vivió primero, eso lo curtió. Nadie ha vencido a la liga tantas veces como él, hasta me contaron que completó su pokédex pero nunca hablamos de eso, no se le ve muy contento con las nuevas generaciones.
De cualquier modo nos respeta, aunque cada vez que llega otro le deja en claro quién manda y quién debe ir debajo de quién. Todos los equipos pasan su autorización y nadie combate sin que él lo sepa.
Es como su Blastoise, un tipo duro con buena cara. Estricto pero sabe relajarse, de hecho es lo realmente molesto de pelear con él, es el único momento en que se vuelve un cretino, siempre oyendo esa música, cuando te dan ganas de callar sus tarareos ya tiró tu sexto monstruo. Que no te engañe el Parasect, pelea como si jugara ajedrez.
Su Zapdos es de los más fuertes del grupo, y lo entrenó con sudor y ampollas. Siempre repite que es un legendario genuino, "de aquellos tiempos en que atrapabas a éstos con Ultrabolas".
Lo primero que supimos fue que un
montón de niños japoneses habían vomitado. La noticia llegó a México antes de
que 4Kids llevara la serie al habla hispana. En 1999 la serie por excelencia
era Dragon Ball, no había un videojuego dominante (aunque los crossovers de
Marvel vs. Capcom se llevaban la gloria en los locales de “maquinitas”, con el
inalcanzable precio de dos pesos), el Nintendo 64 ya pululaba en los hogares
más pudientes y los que no éramos de esa clase, le sacábamos las últimas mieles
al supernintendo.
Canal cinco, en una excelente
técnica comercial, anunciaba una nueva serie de caricaturas desde antes del
período vacacional que separaba el cambio de año escolar (osea, por ahí de
junio). Terminaba el quinto año cuando se me ocurrió echarle el ojo a la serie
que, dicho sea de paso, me negaba a ver en primera por fidelidad a Dragon Ball
(cariñosa brasa que no extingue), en segunda, porque suelo renegar de los
fenómenos masivos.
Pero cedí. Afortunadamente.
Para el inicio de curso todos los
puestos de dulces que se ponían afuera de las primarias (antes de la ley
contra-obesos, ignoro si los puestos aún existen) se llenaron de muñequitos de
goma, reproducciones monocromáticas de los pokémon (incautos, ignorábamos que
salían de los moldes originales que habían sido pirateados).
Yo compre un golem, amarillo verdoso.
No tenía brazos. La piratería me hizo creer por un rato que los golem no los
tenían.
En los tianguis existía siempre
un puesto, aislado y escondido, de “estampas” (donde se vendía todo lo
relacionado con el manga, la cultura de los otaku,
gamer, freaks, geeks, roleros y anexos era indistinguible
aún; todos éramos sólo “coleccionistas de estampas”). Ahí empezaron a vender
revistas no oficiales y posters de pokémon, el más popular era uno negro con
los dibujos de los 150… no más.
Como premio por quedarme con el
mejor maestro de sexto de mi humilde primaria, conseguí la revista con el
listado completísimo de los 151 pokémon existentes. Ya decir que conocía el
nombre del 151 era mucho (es más, ese número nos parecía obsceno y exagerado).
La admiración del recreo la tenía aquel que conocía los 151 nombres, y
recitarlos por orden de evolución.
Las otras revistas eran la típica
guía de la serie, capítulo por capítulo, donde recordamos el incidente de la
epilepsia y otros capítulos censurados que creímos jamás poder ver. Youtube era
algo inimaginable en esos días… de hecho, una conexión a internet rápida ni nos
cruzaba por la cabeza.
Luego apareció el álbum de estampas (yo lo llené, ja).
Vino el nuevo siglo con su
consecuente decepción por la no-desaparición del mundo. En una de esas
múltiples revistas sobre el universo pokémon (imagínense, todo lo que incluía
el tema de los monstruos de bolsillo cabía en una revista de treinta y cuatro
páginas) encontré una reseña sobre un videojuego… espera, ¿qué? ¿Un videojuego
donde tú eres el entrenador? ¿Y trae todos los pokémon? Sí, y además, tú escoges
cuáles usar. Y escoges tu nombre. Y el nombre de ellos. No sabíamos que, de
hecho, la caricatura estaba basada en el videojuego, que estaba en el mercado
desde hacía cuatro años y que su idea gestora llevaba una década.
El hombre de los eternos 12 años
¿A quién se le ocurren estas
cosas? La base ideológica de pokémon, curiosamente, no son las batallas
(divertidísimas, por lo demás), sino la colección e intercambio de criaturas.
En 1965, en Machida, Tokio, nace
un muchachón diagnosticado con el Síndrome de Asperger (una especie de autismo)
que gusta de pasar los ratos libres de su infancia recolectando gusanillos y
renacuajos en los charcos, árboles y pequeñas cavernas de su barrio; bichos que
intercambiaba con sus amigos.
A este morro le decían Satoshi
Tajiri.
(Es éste de aquí.) ------------------------------------->
Su jefe no lo quería de baquetón
y lo manda a estudiar ingeniería a Tokio (un saludo a los ingenieros, pa’ que
vean lo que es sí sacar provecho de lo estudiado). A Tajiri no le gusta la
escuela y cuando vuelve a casa se da cuenta de que los paisajes naturales en
los que estaba acostumbrado a jugar fueron reemplazados por todas esas
construcciones que el progreso lleva a donde va.
Consiguió por un tiempo el
trabajo soñado (tester de videojuegos… jodida envidia) y después fundó con un
cuate suyo la revista Game Freak, publicación independiente sobre videojuegos.
Su amigo es Ken Sugimori, nombre que seguramente han leído los que no apagan la
consola cuando salen los créditos finales. Todo esto en 1982 (hagan cuentas, el
morro tiene apenas 17 años).
Pues Game Freak hizo por ahí un
par de videojuegos sin más gloria (¿han oído de “Yoshi’s egg”?), pero Satoshi
tenía por ahí el gusanito de hacer un juego con… eh… gusanitos.
Al final de los alocados 80’s
Nintendo saca su glorioso tabique, el Game Boy (1989, ¡yo tenía un año!) que
fue una revolución del videojuego. Podías llevarte el Tetris y el Mario Bros. a
donde quisieras, sólo necesitabas dos pilas AA que te duraban ¡hasta cinco
horas! ¡Potentísimo!
Satoshi ve las posibilidades que
esto le plantea a su juego de bichos y presenta el proyecto ante Nintendo, el
cual lo recibió con gesto aceptable, pero ninguno esperaba la gran riata. Pues
para 1990 se ponen a chambear Tajiri y Sugimori —más el primero— en el juego.
Al proyecto llegó a hacerle el
paro un verdadero héroe de las consolas actuales, cuya imaginación e iniciativa
en el área de entretenimiento nosha
dado horas de felicidad a casi todos los que hemos tomado un mando en nuestra
vida: Shigeru Miyamoto (ya saben, ése que lo único que hizo fue crear Súper
Mario Bros.)
Aunque con el apoyo de Miyamoto
pudieron echarle los kilos al juego, la programación les llevó seis años. En 1996
—a los treinta años de Satoshi-San—bajo el sello de Game Freak, ve la luz el
juego Poketto Monsutā (no voy a poner los kanjis, porque de todos modos nadie
los sabe leer… ni siquiera los que los estudian quesque para leer manga. ¡Hay
traducciones, gente!)
Como todos sabemos, la traducción
literal es Monstruos de Bolsillo. De hecho, Pokémon fue demandado por una serie
de juguetes (creo que de Hasbro) llamados “Monsters in my pockett”; los más
grandes tal vez recuerden uno de sus comerciales que sonaban tanto cerca del
día de reyes.
La contracción de las palabras se
escribe en inglés con tilde: Pokémon. Sin embargo, todos pronunciamos Pokemón,
como palabra aguda. ¿Cómo coño es? Aquí la solución: se pronuncia Pokemón, pero
se acentúa en la é, porque de escribirlo sin acento, en inglés la pronunciación
cambiaría. Si saben algo del idioma anglo, sabrán que al escribir Pokemon se
pronuncia pouc mon. La tilde es para
que la e se pronuncie (igual los gringos lo dicen como se les hincha: poukimon, poukiman, pokeman, pokimon).
Satoshi Tajiri (cuyo nombre lleva
el protagonista de la serie en Japón) nombró Shigeru al rival de la historia
(Gary, pues) en honor al que le apadrinó el juego.
(Por cierto, corre el oscuro rumor de que murió en el último tsunami que azotó Japón... otros dicen que en el terremoto... como se darán cuenta en esta confusión, la noticia es falsa.)
Cables, tortugas y ratones:
cuestión de marketing
Todos los conocemos por Pokémon
Green y Pokémon Red (Aka y Midori; anden, úsenlo en sus nicks de Messenger).
Sus mascotas siguen el orden numérico del pokédex (sí, pokédex en masculino, no
sé por qué los españoles lo feminizan).
Cuando Tajiri estaba ideando el
juego, vio a dos niños jugando con su Game Boy uno cerca del otro. Ahí estaba
el germen del intercambio de criaturas. Una conexión por el link cable permitiría a los jugadores
intercambiar sus bichos.
Si analizamos las reglas del
juego, veremos que todo está enfocado en este intercambio. Un pokémon reci-
bido de otro entrenador gana puntos de experiencia más rápido que uno propio, pero
desobedecen cuando son muy fuertes, por lo que hay que avanzar en el juego y
ganar las medallas para tener su control. Pero la mejor idea de todo es la
exclusividad de pokémones.
Así es, son 150. Pero en tu
versión, sólo vienen 139 (problem?). Si quieres verlos a todos, conéctate con
un amigo que tenga la otra versión.
Aquí es bueno mencionar a un par
de batos más: Tsunekazu Ishihara (actual presidente y gerente de The Pokémon
Company) y Shigeki Moyimoto, miembro actual de Game Freak. Pero en los primeros
años de los noventa, fueron el productor y uno de los programadores de los
primeros juegos, respectivamente.
Recién salieron las primeras
versiones, cuenta Ishihara, cuando ya estaban planeando el lanzamiento de las
versiones Oro y Plata. Lo más curioso es que todo el trabajo de la saga pokémon
se hizo pensando que esas dos versiones serían las últimas, no por pesimismo
comercial, sino porque no creían que tuvieran que sacar más.
El señor Ishihara era el
encargado de la marca registrada de pokémon. Cada artículo que salía bajo este
sello pasaba por su aprobación. Imaginarán la cantidad de cosas que le llegaban
(mucha porquería, de seguro).
En una de esas, a media
planeación de Oro y Plata, Tajiri llegó con Ishihara y dijo “¡Hemos terminado
uno!”, osea, otro juego. No hablaba de las versiones metálicas, sino de Pokémon
Azul, una edición tan limitada que salió del mercado japonés en octubre del 99.
Y cuando creyeron que podían seguir trabajando en la segunda generación de
pokémones, tómala, Pokémon Amarillo, versión pikachu.
Puro mercadeo, pikachu había
ganado muchísima popularidad. De hecho, se pensaba que originalmente clefairy
iba a ser la mascota oficial de la franquicia, pero el ratón eléctrico resultó
más encantador. (Lo que no me explico es por qué la mascota no sería poliwhirl,
que es el pokémon favorito de Satoshi Tajiri).
El pokémon fantasma:
en la broma estuvo la fama
Siendo, pues, un juego sin mayor
pena ni gloria, ¿cómo obtuvo tanta fama de la noche a la mañana? Como los
grandes inventos de la historia, fue algo casi por error.
A ese error le llamamos Mew.
Si entran al sitio oficial de
Nintendo (búsquenlo en español, no se compliquen la existencia) en los
artículos relacionados a la salida de las versiones HeartGold y SoulSilver, hay
una entrevista del señor Iwata (nada menos que el presidente de Nintendo) a
Ishihara y Moyimoto, donde hablan de esta coincidencia. Pero acá se las resumo:
Para 1996 no había grandes medios
de difusión (excepto, claro, la televisión), pero no medios de opinión. Los
blogs y las redes sociales no eran ni sueños húmedos en las mentes de los
programadores. Sólo existía el boca a boca… y la revista Coro Coro Comic (que
en Japón aún existe).
Mew fue un pokémon agregado hacia
el final de la programación. Cuando tenían la última versión lista, la memoria
de los cartuchos estaba completa. Luego borraron el “programa de limpieza”
(programas, según entiendo, con los que los sistemas operativos quitan todo lo
que no se usa o no sirve), porque no iba en la versión final. Entonces les
quedó libre un espacio de 300 bytes. Pequeño, pero suficiente para que cupiera
el mítico 151.
Mew, como sabemos, no forma parte
de la trama, no es necesario, no se atrapa en un lugar específico (aunque
exista el glitch). Es decir, a nivel
anécdota no es trascendente. ¿Por qué bolas lo metieron? Porque podían y porque
querían. Un juego del que hasta Tajiri estaba informado.
Con un detonante X, que tal vez
(los eventos de Nintendo eran apenas una probabilidad) podían usar para que
apareciera, pero si no se descubría, no había ningún problema. Sin embargo, un
pequeño error operativo en algunos cartuchos hizo que mew apareciera en
partidas al azar.
Eso le dio un aire mucho más mitológico al gatito.
Entonces, por medio de Coro Coro
Comic, anunciaron que se haría un concurso —conocido como “La oferta del
pokémon legendario”— donde veinte ganadores podrían mandar su cartucho a
Nintendo para cargar los datos de mew. Veinte ganadores, solamente.
Participaron alrededor de setenta
y ocho mil.
Con la noticia del “pokémon
fantasma”, como se le conocía aunque no era su tipo, las ventas de pokémon se
dispararon. Los jugadores se reunieron en todo el país y el fenómeno como tal
surgió, logrando una fama sin precedentes apenas un año y medio después de su
salida al mercado. Justo cuando se creía que la vida útil del game boy había
terminado.