Capítulo VII
Ilusión
El mismo
sueño. Una luz inmensa entre la niebla, todo lo demás es oscuridad. Alguien le
sujeta el hombro y un rugido forma una sombra que cubre el haz luminoso. Él
busca una pokébola en el cinturón sabiendo que no la encontrará, pero quiere
defenderse. Una mole apenas más alta que él revuelve la niebla, ruge, y de su
caparazón salen dos cañones listos a disparar.
Lego gira en la calma y despierta sin contratiempos. Siente el sol en las
cortinas pero no abre los ojos, repasa el sueño para que no se le olvide;
remueve con la lengua el aliento matutino y traga saliva, siente la almohada en
la mejilla, los ojos cansados, la calma de la mañana de domingo que se mezcla
con cierta emoción en el estómago. Cuando decide abrir un ojo la mirada se posa
de inmediato sobre el Game Boy Advance SP
que dejó en la mesa de noche, con la versión Gold sobresaliendo a los rayos
matutinos.
Aunque la noche anterior le había costado quinientos pesos, el GenGar había despertado en él cierto
desasosiego, como una dicha incrédula. Más de una vez había soñado que los
pokémon eran reales y ahora se sentía comprendido, no era el único que lo
deseaba; quizá esa simpatía se mezcló con el sueño, porque le parecía recordar
las mesas, las paredes, el sótano del bar cubierto de la niebla que revelaba al
blastoise “real”.
Era de pensar, pues no era su pokémon favorito. Ni siquiera de los
iniciales.
A un brazo de distancia seguía la hoja con instrucciones que había
repasado antes de dormir. Uno de los entrenadores del Proyecto Líderes ofrecía retos los domingos a las diez de la
mañana. Demasiado temprano para el gusto de cualquiera. “Si me despierto, voy”
pensó Víctor antes de apagar la lámpara de noche. Cuando miró el celular, con
los ojos aún empañados de modorra, vio que no eran ni las ocho de la mañana.
Como los intentos de volver a dormir fueron en vano, prefirió levantarse. “¿Qué
te haces?” pensó, “no puedes dormir por la emoción.”
Sabía que en el fondo, la curiosidad por el Proyecto Líderes era mayor que su flojera, por algo se había ido a
dormir temprano.
Se sentó en el borde de la cama y se talló los ojos mientras releía el
volante del Proyecto.
Proyecto Líderes –
Segunda Generación
Oro: Miércoles, sábado, 14:00 a
17:00 hrs. Cine, Galerías Coapa.
Plata: Jueves, viernes, sábado,
20:00 a 23:30 hrs. Bar “El GenGar”.
Cristal: Domingo, 11:30 a 13:30
hrs. (llegar a las 10:00 hrs.) Teatro Rodolfo Usigli.
Luego seguían tres mapas pequeños que marcaban con detalle el lugar donde
se encontraban los lugares y una leyenda cerraba la lista:
Al vencer a los
líderes, el último te informará del Campeón.
La laptop prendía sobre el escritorio mientras Víctor se duchaba de prisa
y escogía qué ponerse. Introdujo el nombre del teatro en el buscador y
aprovechó para mirar su Facebook. Fotos con chistes, grupos que anunciaban
torneos, la noticia de la noche era una falla general en los emuladores del
juego.
Noticias Pokémon
¿A cuántos no les abre su emulador
online?
Roberto Antonio Barroso Reyes
noooo! por que mi equipo de black
en emulador murio u.u
Pokémoneando
¡Tómenla, emuladores! ¿Ya ven, por
no pagar, cómo les salieron sus “genéricos”?
José Miranda (Pulmon)
A todos los que les falla el
emulador: se los advertí.
Pero más interesante le resultó lo que el buscador arrojó sobre el
teatro: a las diez de la mañana tenía programada una función de teatro
infantil.
—Uno, por
favor.
—¿Uno, nada más?
—Ehm… sí.
—Muy bien. ¿Algún descuento? ¿Credencial, volante?
—Este… bueno, es que aquí dice que… —Víctor mostró la hoja del Proyecto Líderes.
—Ah. Ya, entiendo —la taquillera sonrió y le dio un boleto—. Aquí tienes,
amigo.
—¿Es gratis?
—Por ahora. Adentro te arreglas —y le guiñó un ojo. Víctor, con todo, lo
tomó como un gesto de amistad. La fila rebosaba de niños inquietos, unos
escandalosos, otros aburridos, ansiosos por entrar al teatro. Ropita limpia de
domingo cuidada muy de cerca por una brigada de madres simpáticas que hablaban
entre ellas, otras quejándose del calor, evitando comprar helados a los
vendedores que aprovechaban el tumulto, entre padres con cara de resaca o el
berrinche contenido de no estar viendo los partidos matutinos del domingo.
Víctor los entendía. Si ese día hubiera jugado el equipo del que llevaba la
playera (América), no habría salido de su casa.
—¿Qué tranza, tú? —escuchó a sus espaldas.
—¿Chima?
—¿Siempre sí te animaste?
—Pues sí, ¿tú…? ¿Me estás siguiendo o qué? —aunque quiso esconderlo tras
la risa, Víctor no dejó de sospechar.
—Nah, vengo también a retar. Es la tercera vez que me chuto la obrita.
La fila avanzó en procesión, los niños hablaban a gritos y señalaban todo
cuanto veían. Víctor y Chimalltlin ocuparon lugares en el segundo piso, donde
la vista era más pobre pero se alejaba de la marabunta infantil. Mientras una
voz daba las llamadas por las bocinas, Chimalltlin se acurrucó en su asiento y
la pantalla de su Game Boy Advance SP
le iluminó la cara. Víctor, por el contrario, tenía cierto interés en lo que
pasaría en la escena.
—¿Y aquí a quién vamos a retar? —preguntó a su compañero de butaca.
—Yo, al güey que escribió la obra, es el líder Esmeralda. Don Pepe, tipo
buen pedo, ¿eh? Y tú al mago.
—¿Mago?
—Ve la obra —Víctor sólo pudo escuchar la risilla de Chimalltlin cuando
la luz se había apagado. La tercera llamada se ahogó entre aplausos de niños
inquietos y la música de ambiente.
Una mujer vestida de mimo hacía ademanes de cariño a otra que desde un
balcón era una estrella. La mosca huía de la araña y el payaso peleaba con la
bruja. Entre luces y maquillaje, los niños aplaudían y señalaban en coro de
risas fascinadas. Pero Víctor quedó atento a un solo personaje: el mago. Un
manchón de maquillaje blanco le cruzaba los ojos, el traje negro destellaba a
momentos cuando coincidía con la luminaria en el ángulo preciso, se quitaba el
sombrero de copa, golpeaba con el bastón en el suelo y ¡puf!, flores sobre el
escenario, ¡puf!, polvo de estrellas, ¡puf!, una lluvia de papelitos blancos,
¡puf!, todos callaban. El mago contaba la historia que los demás actores
presentaban frente a la pueril audiencia; hasta los padres más molestos cedían
al buen humor. En qué lugares más inesperados podía haber un entrenador, pensó
Víctor.
—Vaya, qué sueño más raro, ¿no? —dijo el mago cuando se halló solo en el
escenario—; supongo que algún día la pesadilla volverá. Las pesadillas siempre
existen y en todos lados. Pero siempre hay que sacar lo bueno de una situación
mala. Porque siempre, después de toda dificultad, si algo nos queda son los
sueños.
Víctor estaba seguro de que en ese momento, el mago había alzado los ojos
a donde él estaba.
—Porque los sueños son pistas, señales, dicen lo que queremos o a lo que
tenemos miedo. Los sueños son nuestros, pero, ¿saben una cosa? No hay mejor
sueño que aquel que puedes compartir con los demás.
Una cortina de humo blanco cubrió al mago mientras las luces bajaban y el
público iniciaba el aplauso. Una fila de actores se inclinó frente a su
audiencia y agradeció y el mago vio una vez más hacia el punto donde aplaudían
Víctor y Chimalltlin.
Cuando el resto del público empezaba a salir, Chimalltlin volvió a su
asiento y le dijo a Víctor que esperara. Apenas la sala quedó vacía, las luces
volvieron a bajar en el teatro, excepto por el escenario. Sin mayor
espectáculo, en completo silencio y sin gesto notable, el mago salió de detrás
del telón; envuelto en su capa y sin sombrero miró a Víctor. Aunque su cara se
había vuelto fría y serena, la voz aún tenía la cordialidad del personaje
infantil.
—¿Tu nombre, retador?
—Legolas —dijo Víctor poniéndose de pie.
—Te saludo, Legolas, y mi rodilla en el suelo es la mejor prueba de que te
respeto como jugador. ¿Tienes idea de cuándo fue la última vez que alguien vino
por la medalla de cristal?
—Me dijeron que no pasa seguido.
—Ocho meses. Espero una batalla a la altura de mi espera. ¿Conoces las
reglas?
—Seis contra seis, nivel cien, un legendario, ¿no?
—Excelente. ¿Puedes darle tu cartucho a mi asistente, por favor? Desde
ahí arriba puedes jugar sin problema.
Ninguno de los dos vio en qué momento la actriz vestida de mimo había
subido las escaleras y se había acercado hasta ellos, pero en una graciosa
reverencia se quitó la boina y la presentó frente a Víctor.
—Oye, ¿y no está Pepe? —grito Chimalltlin levantándose.
—¿Otra vez? —Cristal se ajustó los guantes—. Si Rubí no cede por tu
estrategia, lo hará por aburrimiento. ¡Don, lo buscan por acá!
La mimo recibió también el cartucho esmeralda de Chimalltlin antes de
bajar las escaleras y volver tras el escenario.
—Sí, lo vi desde allá afuera —dijo una voz engolada y casi gangosa tras
los telones, igual de extraño que el mago, apareció otra figura en capa y
bastón, sólo que más robusta alta y una delgada barba de perilla enmarcaba un
rostro rubicundo y alegre—. ¡Ése mi Chima!
—¡Ése don Pepe! —respondió el otro—. Me debes unos tacos.
—Si vuelves a ganar esta, ya son
cinco órdenes las que prometo pagar a la primer oportunidad. ¿Quién es tu
cuate?
—Me viene a retar, Don —dijo Cristal apoyándose en su propio bastón.
—No me digas. ¿Segunda generación? —Víctor asintió—. Hombre, pues qué
gusto. Azul va a estar feliz.
—Todo depende de como mueva sus cartas —Cristal extendió el brazo, lo
sacudió y una baraja apareció en su mano.
La luz bajó su intensidad y un par de proyectores apuntaron sus cuadros
blancos contra el telón negro, que se abrió y dejó al descubierto una pared
blanca y lisa. Colores difusos tomaron forma lentamente de pantallas de
consola, de un lado el Pokémon Stadium 2
presentaría la batalla de segunda generación, del otro, una versión magnificada
de las pantallas de Game Boy Advance
presentaría a los retadores de tercera.
—Batalla doble, será. Por la medalla Cristal, recibo al retador Legolas y
su versión dorada. Mientras que el cuatro veces retador Chimalltlin intentará
ganar por quinta vez la medalla Esmeralda con su versión homónima. Espero que
tengan una buena mano.
En ambas pantallas inició el duelo y el nombre de los contendientes
brilló entre los telones. Y aunque no les habían dado controles, Víctor
entendió la dinámica del duelo.
—Usaré a Ome —gritó
Chimalltlin.
—¡Sir Rosis! —dijo Don Pepe.
Y aparecieron en la pantalla Ome,
el Dustox de Chimalltlin y el Aggron de nombre Sir Rosis de Don Pepe. Pero Cristal esperó la indicación de Legolas.
Obviamente, alguien detrás de los telones controlaba las pantallas.
—Ehm… ¡Tauros! —gritó Lego y Cristal soltó una risa.
—Trata de darte a entender de otro modo, o va a saber todo lo que hagas
—le dijo Chimalltlin al lado, antes de gritar—, ¡arriba derecha!
El código parecía sencillo. En los juegos de tercera generación la
pantalla de ataques se divide en cuatro esquinas.
—¡Reina de picas! —gritó Cristal, y su Skarmory de nombre Rsakromy.
—Muy bien. ¡Quiero usar Thunder!
—gritó Lego y Cristal volvió a reírse.
—Si quieres dile con cuál quieres que te gane —le dijo Chimalltlin. Lego
no cayó en cuenta de su error hasta que escuchó la segunda indicación de
Cristal.
—¡Cambio! ¡As de corazones!
Rsakromy volvió a su pokébola y
su lugar en la batalla lo tomó Nipolwise,
el Piloswine de Cristal, lo que evitó cualquier daño del Thunder de Tauros.
Lego pensó el mejor modo de hacerse entender. Recordó que jugaban el Pokémon Stadium 2, y los ataques se
dividían según indicaban los botones C Arriba, Abajo, Izquierda y Derecha. El
primer ataque siempre estaba a la cabeza y seguía su orden según las manecillas
del reloj. La dificultad entonces fue tratar de recordar qué ataques tenía cada
uno de sus pokémon y en qué orden estaban.
—No es justo —musitó Lego.
—El azar es la forma más justa de vivir —dijo Cristal—, no sabes qué te
va tocar, qué te ayudará o irá en tu contra. Pero si eres realmente bueno,
sabrás usar la contingencia a su favor.
Chimalltlin y Don Pepe seguían vociferando, cada uno bajo su código, los
ataques de su batalla. Aunque el líder Esmeralda daba una buena batalla, era
más que claro que Chimalltlin conocía toda su estrategia, los pokémon oponentes
y cada uno de sus ataques. Lego se sintió entonces idiota, ¿por qué él no había
estudiado tan minuciosamente su equipo? Bueno, es que finalmente era sólo un
juego… pero empezaba a dudarlo…
—¡Te estoy esperando, Lego! ¡Ataque de proscenio! —y el asistente de
Cristal, detrás de los telones, entendió la indicación y eligió el ataque de Nipolwise.
—Bueno, ya, ¡izquierda! —gritó Lego decidido. Un segundo después comprobó
su miedo, el ataque de la izquierda era, de nuevo, Thunder. Para su sorpresa, el Blizzard
de Nipolwise falló y dejó las cosas
como al inicio.
—¿Ves? La vida da y quita —dijo Cristal, que no parecía en absoluto
molesto por el fallo de su pokémon.
Derecha y Lego dio con el ataque buscado. Body Slam de Tauros, suficiente para dejar a Nipolwise débil. Éste contratacó con Blizzard y Lego recordó por qué odiaba la defensa especial de su
pokémon. Tauros volvió a su pokébola y Lego se encontró frente a otro problema:
¿cómo elegiría a su segundo pokémon?
—¡El pokémon tortuga!
—¿Es lo mejor que se te ocurre? —dijo Cristal—. Llama a tu Blastoise
diferente, si no quieres que me entere de quién es. Es la segunda generación,
no hay más tortugas.
—¡Arriba!
—¡Camerino!
Y Blastoise fue más rápido. En una oleada salvaje, el Surf de Lego arrasó con Nipolwise.
—¡As de tréboles!
Memagiun, el pokémon inicial de
Cristal entró en combate, pero su Razor
Leaf no bastó para derribar a Blastoise, quien sí pudo bastarse con su propio
Blizzard. Lego hacía acopio de toda
su concentración para recordar la posición exacta de sus ataques y eso le había
conferido la ventaja de sobre su oponente.
—Fortuna te sonríe, amigo Lego —Cristal desplegó la baraja en su mano—.
Esperaba una buena batalla, y veo que no vas a defraudarme.
-Conde